viernes, 11 de septiembre de 2009

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jueves, 10 de septiembre de 2009

barras bravas en Colombia

BARRAS BRAVAS EN COLOMBIA


Por su parte, en Colombia el fenómeno empezó en los albores de la década de 1990 a partir de la rivalidad entre hinchas de clubes de Bogotá, Medellín y Cali, extendiéndose luego a otros lugares del país. A partir de este momento, comienza a reemplazarse el tradicional modo pasivo de asistir al fútbol en Colombia, por uno activo y protagonista del espectáculo. Dicho fenómeno trasciende los márgenes de los recintos deportivos, empezando a configurarse como tribus urbanas que marcan el territorio por medio de graffitis, y generan actos de violencia entre los distintos grupos

En los inicios del siglo XXI las barras bravas colombianas han presentado importantes progresos en su organización, lo que les ha valido una mayor representación al interior de los clubes de fútbol, de los cuales consiguen entradas para los compromisos y patrocinios para viajes a nivel local e internacional. Sin embargo, a causa de este creciente poder, en algunos grupos se han presentado divisiones y disputas internas, las cuales han generado enfrentamientos violentos entre diferentes Baras Bravas de un mismo equipo.

Las barras bravas en Colombia se han caracterizado por su influencia argentina. Los términos lingüísticos, las actividades en los estadios y en las calles, los cantos y los iconos de las barras, entre otros, reflejan la 'argentinización'. No obstante, también existe un movimiento pro-colombiano dentro de la mayoría de las barras, donde se adoptan elementos típicos del folclor local.

El fenómeno de las barras en Colombia es gigante, y aunque más se conocen por sus desmanes y atropellos, no todo es malo. Algo con lo que no están de acuerdo algunos miembros de las mismas barras y gente que trabaja con ellos, es el rotulo de “Barras Bravas”. Algunos proponen, más bien, el término 'barristas'. Cuando se le pregunta a algunos lideres de estas barras, responden que ellos no buscan la violencia sino simplemente alentar a sus equipos.
Las barras en sí, no son lo que parecen: Turbas enloquecidas y desorganizadas que sólo quieren hacer daño. Por ejemplo, Los de Sur, de Atlético Nacional, crearon una escuela de fútbol para niños con la idea de formarlos en valores y conocimientos; llevan a cabo un concurso de literatura; y participan en más labores sociales. Los Comandos Azules han organizado conciertos con grupos de cumbia argentina. También la Guardia Albirroja Sur de Santa Fe está pronta a sacar un disco al mercado con la ayuda de un programa financiado por la Alcaldía.


En Medellín está el proyecto Hinchas por la Paz, iniciado por Wilmar Herrera, que también trabaja por la paz en los estadios y entre las barras. Se enfoca en la educación, en el uso de la no violencia y en fomentar la convivencia. Según Herrera, a muchos jóvenes es necesario enseñarles cosas básicas como que las drogas son malas.

Ambos programas sí han rendido frutos. Goles en Paz se ganó el premio Guillermo Cano al juego limpio por un partido entre Nacional y Millonarios. Según Alirio Amaya, en 420 partidos sólo se han presentado cuatro problemas graves. Tal vez la rivalidad más grande en el deporte colombiano es el clásico Nacional Millonarios y, ¿Cuándo fue la última vez que un partido de estos terminó en tragedia?

Hinchas por la Paz ha sido condecorado por la Cruz Roja y el Congreso le dio una carta reconociendo su labor, entre otros premios y reconocimientos. En los últimos cinco años sí se han presentado dos muertes por problemas relacionados con las barras de Medellín y Nacional, pero se trabaja para que no vuelvan a ocurrir.


Dentro de las barras también hay sorpresas. Entre los jefes de la barra Los del Sur, hay uno graduado de sicología y otro que está próximo a graduarse de economía. En la barra de Santa Fe hay un funcionario del distrito, Diego Rodríguez “Carachas”, un “histórico del Santa Fe". A algunos les podría parecer sospechoso esta doble filiación en dos entidades que recientemente han sido antagónicas, pero según Herrera y Amaya (conocedores del tema), Carachas es un miembro positivo, que está a favor de ser hincha sólo por alentar a su equipo y en contra de la violencia; además de ser un activo importante porque sirve y actúa como intermediario entre la ciudad y la barra.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

BARRAS BRAVAS

BARRAS BRAVAS

El término barra brava se emplea en América Latina para designar a aquellos grupos organizados dentro de una hinchada que se caracterizan por producir diversos incidentes violentos, dentro y fuera del estadio, despliegue pirotécnico y cánticos empleados durante el desarrollo de los partidos.
Originalmente denominados barra fuerte, por el vespertino argentino La Razón en octubre de 1958, a raíz del asesinato policial del joven Mario Linker en el partido entre Vélez Sársfield y River Plate. El término aparece en Argentina a comienzos de la década de 1960, y luego se fue extendiendo su uso por toda América Latina. En Brasil se los denomina "torcidas organizadas", mientras que en otros continentes son conocidos como hooligans o ultras.

Generalmente las barras bravas, también llamadas el grueso de la hinchada, utilizan banderas (denominadas trapos o lienzos) y diferentes instrumentos musicales. Las barras bravas también se caracterizan por ubicarse en las tribunas populares, aquellas que frecuentemente carecen de asientos y donde los espectadores deben ver el partido de pie.

Este fenómeno se ha extendido, en diverso grado, en diferentes países de América. Generalmente tienen su origen en una subcultura juvenil de carácter urbano, donde se busca la pertenencia a un grupo determinado. Si bien existe una amplia variedad de estas barras en América, éstas tienden a presentar ciertos rasgos comunes: exaltación de la fuerza, el nacionalismo, el sentido del honor asociado con la capacidad de pelear y la necesidad de reafirmación.

Tradicionalmente, se ha asociado a las barras bravas con la marginalidad urbana, y el consumo de alcohol y drogas. En general, en la mayor parte de América estas barras están conformadas por jóvenes entre los 14 y 25 años,[1] mientras que en Argentina es posible encontrar a personas mayores, pues poseen una tradición más arraigada. En los distintos países de América Latina estas bravas han adquirido notoriedad progresivamente, al menos desde comienzos de la década de 1990.

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